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Toni dobló la carta, emborronada por sus propias lágrimas y levantó la mirada hacia la lápida, que rezaba:
María López
16-3-1966 4-12-1990
El chico, de apenas quince años, se giró hacia la mujer que había cuidado de él y a la que siempre había llamado su madre y le cogió la mano.
–Mamá, vamos a casa.
Antes de marcharse, dejaron delante de la tumba un ramo de flores junto a otro de gladiolos que allí se encontraba ya, marchito, suplicando un último perdón.

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Dedicado a todas las víctimas de la violencia de genero, para que sepan que no estan solas.
Cómo me gusta este relato.....me encantó la primera vez que lo leí,y ha sido todo un placer poder volver a leerlo....
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